My Troubled Relationship with Christmas

By Michael
(La versión en Español está debajo.)

For many years, Christmas has been a difficult and sometimes very lonely holiday for me, both politically and emotionally.

My dad was a lapsed Catholic who still pined for the church of his sainted mother, while my mother was a non-denominational but always anti-Catholic Protestant, even opposing John F. Kennedy as a presidential candidate because of his Catholicism.

During my years away from home at university, my mother became a Jehovah’s Witness. I quickly learned that Witnesses are not only virulently anti-Christmas, but equally anti-Catholic, adding to the already murky subliminal motivation for her conversion.

Witnesses reject any kind of “pagan” celebration, including regular birthdays, Easter, civic holidays, etc. Regarding Christmas, their contention is that the Catholic church arbitrarily picked a fake birthdate for Christ, who they say never instructed his followers to celebrate his birthday anyway, then incorporated a bunch of pagan rituals from Babylon and elsewhere. This apostasy was foisted on the Catholic flock, and eventually the world. For Witnesses, it is a diabolical holiday.

Although my mother has earned a place in heaven for her selfless at home care of my dad during his 15 month battle with colon cancer many years ago, it is also true that this conversion to an anti-Catholic religion was a thorn in his side until the day of his death. And it destroyed any hope any of us might have harbored for a “normal” holiday. Every Christmas, I became a kind of holiday homeless person, right up to the current day.

This is not always fun. I’ve spent Christmas alone with a broken heart after a painful breakup, listened to holiday carols lilting through the evening air while sitting by myself sipping Malbec in a tiny studio in Buenos Aires and grappled with a crushing intrusion of reality in my deliciously confusing relationship with a vibrantly alive and enormously talented young opera singer in Mexico.

I usually spend Christmas with friends and their families. The past few years, my dear friends the Tanenbaums, Jews who nonetheless celebrate the holidays with a lavish Christmas dinner every year at their home in Beverly Hills, have been kind enough to include me in the festivities. It is always a joy to be with them, a united family sticking together even in the face of all the forces pulling modern families apart, which is something I have missed above all else.

I have been traveling worldwide since August, 2016, through 12 countries and 18 cities, working on and doing research for Reimagining Politics. Last year, I spent a traditional Argentine Christmas with by beautiful friend Paola and her welcoming family in a remote barrio far outside Buenos Aires. I have never felt more welcomed nor with greater warmth.

This year, I am in a tiny fishing village on the Pacific coast of Mexico sharing Christmas with my dear friend Ana Paula and her delightful family. At Christmas dinner last night, we talked about a looming conflict over the dehumanizing effects of financialized capitalism represented by the US and China and wondered who would lead the world, and in what direction, absent these two countries with their environmentally destructive and seemingly unsustainable economic models.

Which brings me back to Christmas. I am not a Jehovah’s Witness and have little use for the ways in which their warped creed tears families apart. Yet there are ways in which I agree with their position on Christmas, although for very different reasons.

I have always loved the passage from Luke 2:14 more than the popular Longfellow song in which it is endlessly cited – “Glory to God in the highest, and on earth peace, good will toward men.” (King James Bible)

The reality of Christmas as a $3 trillion, months long orgy of consumer spending, just in the US, accounting for nearly 20% of annual retail sales, and in which the average consumer spends twice as much on year-end gifts as on year-end charitable giving, flies in the face of everything in this Bible verse.

I want, and am working hard for, a kind of year round Christmas in which we honor the earth that sustains us while celebrating and working for peace on earth, goodwill toward men and women of all creeds and colors.

In the interim, I cherish my wonderful friends around the world who have kept me emotionally afloat, and often joyously buoyed, for so many Christmases past and present.

Thank you.

Cover Photo:  Cover photo of the marina in La Cruz de Huanacaxtle, Pacific Nayarit, México, decorated for Christmas.

ESPAÑOL
Mi relación problemática con la Navidad

Por Michael Meurer, Fundador, Reimagining Politics

Durante muchos años, la Navidad ha sido una fiesta difícil ya veces muy solitaria para mí, tanto política como emocionalmente.

Mi padre era un católico decaído que todavía anhelaba la iglesia de su santa madre, mientras que mi madre era una protestante no sectaria, pero siempre anticatólica, e incluso se oponía a John F. Kennedy como candidato presidencial por su catolicismo.

Durante mis años fuera de casa en la universidad, mi madre se convirtió en Testigo de Jehová. Rápidamente aprendí que los Testigos no solo son virulentamente anti-navideños, sino igualmente anticatólicos, lo que se suma a la ya turbia motivación subliminal para su conversión.

Los testigos rechazan cualquier tipo de celebración “pagana”, incluyendo cumpleaños regulares, Pascua, fiestas cívicas, etc. En cuanto a la Navidad, su argumento es que la iglesia católica eligió arbitrariamente una fecha de nacimiento falsa para Cristo, quien dijo de todos modos que nunca instruyó a sus seguidores a celebrar su cumpleaños y también la iglesía incorporó un montón de rituales paganos de Babilonia y otros lugares. Esta apostasía fue impuesta en el rebaño católico, y eventualmente en el mundo. Para los Testigos, La Navidad es una fiesta diabólica.

Aunque mi madre se ganó un lugar en el cielo por su desinteresado cuidado doméstico de mi padre durante su batalla de 15 meses contra el cáncer de colon hace muchos años, también es cierto que esta conversión a una religión anticatólica fue una espina en su costado hasta el día de su muerte. Y destruyó cualquier esperanza que cualquiera de nosotros pudiera albergar para unas vacaciones “normales.” Cada Navidad desde entonces, he sido una especie de persona sin hogar para las fiestas hasta el día actual.

Esto no siempre es divertido. Pasé una Navidad aislado con el corazón roto después de una ruptura dolorosa de una relación muy íntima, escuché villancicos bailando por el aire de la noche mientras bebiendo Malbec solo en un pequeño estudio en Buenos Aires y mas reciente lidiado con una intrusión de realidad aplastante en mi relación deliciosamente confusa con una joven cantante de ópera en México quién es vibrantemente viva y enormemente talentosa.

Por lo general, paso la Navidad con amigos y sus familias. En los últimos años, mis queridos amigos, los Tanenbaums, judíos que, no obstante, celebran las fiestas con una generosa cena de Navidad todos los años en su casa de Beverly Hills, han tenido la amabilidad de incluirme en las festividades. Siempre es una alegría estar con ellos, una familia unida que se mantiene unida incluso afrontamiento a todas las fuerzas que separan a las familias modernas, algo que me he extrañado por encima de todo.

He viajado por todo el mundo desde agosto de 2016, a través de 12 países y 18 ciudades, trabajando e investigando para el proyecto Reimagining Politics. El año pasado, pasé una Navidad tradicional argentina con mi hermosa amiga Paola y su familia amistosa en un barrio remoto muy lejos de Buenos Aires. Nunca me he sentido más acogido ni con mayor calidez.

Este año, estoy en un pequeño pueblo de pescadores en la costa del Pacífico de México, compartiendo la Navidad con mi querida amiga Ana Paula y su encantadora familia. En la cena de Navidad de anoche, hablamos sobre un conflicto inminente sobre los efectos deshumanizadores del capitalismo financiero representado por los Estados Unidos y China y nos preguntamos quién lideraría el mundo y en qué dirección sin estos dos países con sus economías ambientalmente destructivas basados en modelos aparentemente insostenibles.

Lo que me trae de vuelta a la Navidad. No soy un testigo de Jehová y tengo poco uso de las formas en que su credo deformado desgarra a las familias. Sin embargo, hay maneras en que estoy de acuerdo con su posición sobre la Navidad, aunque por razones muy diferentes.

Siempre me ha gustado el pasaje de Lucas 2:14 mucho más que la popular canción de Longfellow en la que se cita interminablemente: “Gloria a Dios en lo más alto, y en la tierra paz, buena voluntad hacia los hombres.” (Biblia King James)

La realidad de Navidad como una orgía de gastos de consumo durante 3 o 4 meses de $3 trillones solo en Estados Unidos, que representa casi el 20% de las ventas minoristas anuales, y en la que el consumidor promedio gasta el doble por regalos que por las donaciones caritativas, es una afrenta a todo en este versículo de la Biblia.

Yo quiero y trabajando para una especie de Navidad durante todo el año en la que honramos a la tierra que nos sostiene mientras celebramos y trabajamos por la paz en la tierra, buena voluntad hacia hombres y mujeres de todos los credos y colores.

Mientras tanto, aprecio a mis maravillosos amigos de todo el mundo que me han mantenido a flote emocional y a menudo felizmente animados durante tantas Navidades pasadas y presentes.

Gracias a todos.

Foto de cubierta:  La marina en La Cruz de Huanacaxtle, Pacific Nayarit, México decorado por la Navidad.

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